Baba y Nana nunca abandonaron a Nabgwana, han ido enviándole
protectores y defensores desde que ella nació. Muchos abuelos y
abuelas prepararon la llegada de los defensores de Olobibbirgunyai; dada
Uaggwa, Dolanergwa, Dummagimaggegwa,
Wanabisgwa son algunos de ellos. Baba y Nana han enviado a
hombres y mujeres defensores de la tierra madre; para cuidar de
ella, para defenderla, y no para ensuciarla.
En Abiayala corrieron muchos ríos, Nigdewala, Ogiggidiwala…
Baba y Nana hicieron correr uno más grande y más caudaloso, el
Abiayalagundiwala, Oloabiagundiwala. Este río era para que los
hombres y las mujeres tomaran de sus aguas junto con los
animales, las plantas, las piedras… lo custodiaran, lo cuidaran. El
gran río tuvo varios nombres, lo llamaron
Olodulasgundiwala,Manidulasgandiwala, Oloburgandiwala, Maniburgandiwala,
Oloodiggigundiwala, Maniodiggigundiwala, Sugnadiwala, y por
último, también, lo conocieron como Amuggadiwala.
Estamos en Nabgwana y formamos parte de ella; ella es la mamá
que ofrece los ocho tipos de leche a cada uno de nosotros, tanto a
hombres como a animales, vientos, piedras, gusanos…
Cuando Baba y Nana hicieron correr el gran río sobre la madre
tierra, también enviaron a los defensores y protectores de todo lo
que ellos habían creado. Llegaron grandes hombres que
experimentaron la alegría de ser parte de Nabgwana; pero,
después, se corrompieron, transgredieron las normas de quienes
les habían enviado; se casaban con varias mujeres, maltrataban a
los más pequeños y débiles con malos ejemplos. Desconocieron a
Baba y Nana, y cerraron sus corazones a la rectitud; llegaron a
utilizar hierbas para emborracharse. Utilizaban el mummuddurba,
badsarsagla, naasagla, abyor, inanusu, uglasagla (plantas alucinógenas).
Cerraron sus corazones y fueron incapaces de ver el valor
de las criaturas de Baba y Nana. Atrajeron tiempos de oscuridad,
tiempos de ceguera, tiempos de dolor y de mala muerte. Esos
primeros defensores de la tierra madre no siguieron los planes de
Baba y de Nana, se desviaron de sus caminos.
Baba y Nana consideraron que nana Olobibbirgunasob no podía,
por mucho tiempo, seguir atropellada y maltratada por sus propios
guardianes; todo lo que ellos habían creado con ternura y cariño se
había languidecido. Entonces, Baba y Nana volvieron a enviar
otros hombres y mujeres. Bajaron nuevos custodios de la madre
tierra; y mediante unos ancianos y ancianas, Baba y Nana les
prepararon las comunidades donde debían trabajar. Esos ancianos
fueron quienes acogieron a los guardianes de Nabgwana. Así llegó
dad Uaggwa, conocido como Olosarwiwiginya; llegó Dolanergwa,
Dummaggimaggegwa, Wanabisgwa.
Pasado el periodo de preparación de la comunidad, Baba y Nana
hicieron surgir a los defensores nuevos de Nabgwana, de
Olobibbirdili. Llegó Mago (nega magoedi, dador de luz, de claridad),
y éste fue acogido por dad Uaggwa.
Mago llegó para limpiar la cara de la madre tierra, para hacerla
resplandeciente y luminosa, porque la habían dejado sucia. Luego,
vino otro de los protectores de Olobibbirgunyai, apareció
Deggandeba o Deggindeba. Llegó como Mago, irradiando luz, y
no en la oscuridad.
Bajó, después, Oloburggaliler. Dada Olosarwiwiginya albergaba en
su casa a los defensores de la madre tierra. Más tarde, vino
Nusggesusa. Todos bajaban a Nabgwana, inundados de luz, llenos
de espíritu de Baba y de Nana. Ellos tenían que testificar la ternura
y el cariño que Baba y Nana tenían para con sus criaturas.
A lo largo de toda nuestra historia, Baba y Nana han puesto,
siempre y en cada comunidad, personas de gran corazón, llenas de
amor y con capacidad de acoger a sus hermanos. Esta vez, era
Olosarwiwiginya, dad Uaggwa.
Después, fueron llegando más protectores y custodios de la madre
tierra. Ellos bajaron de sabbibenega. Así llegó Sue, luego Gugna, y
más tarde Duni. Dad Uaggwa los acogía. Vino Duna, y al final,
vino el Igwabamanue. Todos ellos hablaban de Baba y de Nana;
distribuían la luz de Baba y de Nana; pasaban meses y años enteros
recorriendo diversas aldeas, enseñando las normas Baba y Nana a
los hombres–animales. Ellos sabían que, quien distinguía las
huellas de Baba y de Nana, podía amar también a la tierra, a
Nabgwana. Cada defensor de la madre tierra, enseñaba de acuerdo
a lo que sabía de los rasgos de Baba y Nana, de sus huellas sobre
Olobibbirgunyai.
Así, Igwabamanwe vino para enseñar a las comunidades sobre las
maneras de amparar y de educar a los niños, de proteger a los más
pequeños y vulnerables. Enseñó a la gente de los poblados en los
modos de prepararse para recibir a los bebés,
siggwi olomaggu,
siggwi barube, siggwi gogi, siggwi dagir .
Volvemos a Mago.
Mago fue guiado por dad Uaggwa. Baba y Nana le dieron a Mago
una enorme casa (giabaabag). Mago vivía solo, barría su casa, y
hacía su comida; no se olvidaba de Baba. Mago se perdía por largos
días y meses enseñando el babigala a la gente de comunidades
vecinas y lejanas. Iba al poblado de gallinas silvestres, cuyo jefe era
Ologubyaggiler. Persuadía a hombres–animales a que tomaran la
senda correcta. Llegaba a la aldea de los samudulegan y cantaba a su
gente el babigala.
Mago dijo entonces:
“¡Llegué hasta aquí con la fuerte luz de Baba. No surgí de la
oscuridad. Baba y Nana me dieron su luz y con ella estoy, y vine a
ofrecer esa claridad a todos…!”
Baba y Nana midieron la rectitud de Mago, miraron sus
sentimientos; lo vieron muy solo y se apiadaron de él.
Como de costumbre, él recorría aldeas y poblados, y cantaba los
caminos de Nana y de Baba, y cuando regresó a su enorme choza,
encontró con una sorpresa que Baba y Nana le habían preparado.
Mago encontró a una mujer sentada en la hamaca de algodón.
Mago saludó a la mujer; y la mujer no le contestó. Mago la
saludaba todas las mañanas, y ella no respondía su saludo.
-Buna, be nuedgi oibosa? –le
decía Mago. Pero ella no respondía. Ella no hablaba.
Mago la acompañaba al río, la bañaba como a una niña. La mujer
no decía nada. Aunque no profería una sola palabra, la mujer sabía
preparar la comida, sabía barrer, sabía hacer muchas cosas.
Pasaron muchas lunas, los ríos corrieron muchas aguas, los árboles
cambiaron también sus hojas.
Poco a poco, Mago empezó a arrimar su hamaca a la de la mujer
que no hablaba. Muy lentamente, Mago se le fue acercando. La
hamaca de Mago se arrimaba paulatinamente a la hamaca de la
mujer. Pasaron seis lunas largas, hasta que la hamaca de Mago
llegó donde estaba la de la mujer. Y ella seguía sin hablar, y no reía
tampoco.
Una noche, Mago soñó. Mago recibió una señal de Baba y de Nana;
vio a cuatro espíritus guías, que le dijeron:
-“Tú estás muy preocupado por
tu hermana, que no habla.
Tienes muchas ganas de conversar con ella, pero ella no te
responde. Ahora, Baba y Nana te dicen que la debes acariciar la
espalda, pero, primero la debes llevar a bañarse en el río”.
Mago así lo hizo. Después de un largo baño en la corriente del río,
trajo a la mujer, y la posó de nuevo en su hamaca. Mago empezó a
hablarle, y luego le acarició la espalda. La mujer levantó la cabeza,
miró fijamente a Mago. Y le preguntó:
-¿Hermano de dónde llegas?
-Hermana, me di cuenta cuando ya estaba aquí!, –respondió
Mago a la mujer.
Y conversaron un poco.
Mago preguntó a la mujer:
-¿Y tú, hermana, de dónde vienes?
- ¡Hermano, cuando me di cuenta, estaba ya sentada en esta
hamaca!, –indicó la mujer.
La mujer era conocedora de quehaceres del hogar; su nombre era
Olodilillisob. Baba y Nana la bajaron a la tierra para Mago. Ella
tuvo otros nombres, se llamó Ologwadiryai, y al final, nana
Ologwadule. Mago la cuidaba y la protegía.
Ologwadule trabajó la arcilla. Ella amasaba la arcilla, y de sus
manos brotaron bellos tinajones, y a cada uno lo fue identificando.
Salió el dulinamedde, y decía que su nombre completo era
olonabsaliguanadulinamedde. Fueron naciendo de su destreza, una
diversidad impresionante de tinajones, olomarsosodulinamedde,
olowigunadulinabomedde, ursiggadulinamedde, ologuanadulinabomedde,
ibealinadulinaboomedde, dinangidulinaboomedde, ologanadulinaboomedde,
dulinaboomedde, oloigwabadulinaboomedde. Ologwadule trabajaba,
y pensaba en todos nosotros. Quería dejar,
sobre Nabgwana, las huellas de sus pies, pero, que no se borraran
aunque corrieran sobre ellas muchas lunas y muchos años.
Ologwadule pasó, luego, a trabajar con los tejidos. Ella era versada
en la diversidad de algodones. Empezó a despepitar el algodón.
Para el diseño y los colores de su arte, ella se inspiraba del mismo
rostro de Olobibbirgunyai. La rueca (birbirgala) empezaba a
chirriar muy de madrugada, las fibras blancas de algodón se
acumulaban en los rincones de la choza grande. Ologwadule
trabajaba fuerte e intentaba enseñar a las mujeres–animales que la
rodeaban.
Ologwadule utilizó el mageb para teñir los tejidos. Los copos de
algodón tomaban, entonces, tonalidades de colores que le ofrecían
las piedras de los ríos, las hojas molidas de los arbustos, las raíces
de las plantas, las semillas machacadas, los tallos de los manglares.
Con el mageb, la blancura de los lienzos de algodón, se volvía
rojiza, y decía que era magebamola. Agarraba el achiote, y los
tejidos tomaban el color rojo más pronunciado. Ologwadule
llamaba a los tejidos de esa tonalidad, nisalimola. Consiguió el abgi,
e indicó que los tejidos eran abgimola. Ella se acercó a la corteza de
los árboles, entonces, surgió sabbimola. Utilizó el asgoga, y las telas
fueron llamadas asgogamola. Nana Ologwadule se vistió
disggelamola. Buscó ella las fibras de maguey (oa), fibras de tallos
de diversos plátanos… Los tallos se convertían en fibras y las
fibras en tejidos y los tejidos eran pasados por diversas tinturas.
Luego, Ologwadule enrolló fibras un poco más gruesas de algodón
y comenzó a tejer hamacas. Ella dio nombres a cada una de las
hamacas que nacía de sus manos; clasificó las hamacas de acuerdo a
los diseños, a la procedencia de las fibras utilizadas, o a personas
que descansarían en ellas. Surgieron así oloyarduagassi, ologoogoogassi,
olonaruagassi, olowelagigassi, olodurwanagassi…
Entretanto Mago pasaba muchas lunas enseñando a la gente de
diversos poblados. Le cantaba el babigala, le instruía en los
mejores caminos de la vida, y oraba.
Pasados algunos años, Baba y Nana, se apiadaron de Mago. Baba y
Nana regalaron a Ologwadule y a Mago, un niño y una niña.
Ologwadule murió al nacer sus hijos. Toda la naturaleza sintió su
muerte de Ologwadule. La luz de la tierra sintió la muerte de la
madre Ologwadule, y languideció.
Quedaron dos niños: Olonidalibibbiler y Olomagiryai. Mago los
tomó en brazos, los cuidó como pudo, y les lloraba; gemía por sus
dos criaturas que quedaban sin mamá.
Pasaron algunos años, y Mago volvió a recibir el mensaje de Baba
y Nana.
-¡Deja a tus dos hijos en las manos del anciano Uaggwa,
Olosarwiwiginya! Baba y Nana te están llamando. Hasta aquí
vas a cuidar de tus hijos, –dijeron los baliwiddurgan a Mago.
Mago lloró, y no quería abandonar a sus pequeños.
Mago se doblegó ante el mensaje de Baba y Nana. Se encaminó
hacia la casa de dad Uaggwa y llegó al río más cercano de la casa
de Olosarwiwiginya, y allí dejó a sus pequeños.
Dad Uaggwa protegía a muchos niños, los alimentaba, los cuidaba,
los tenía en su casa. Y cuando vio venir hacia él a los dos niños de
Mago, exclamó:
-¡Por favor, salgan a buscar a esos dos nuevos nietos míos!
Los dos niños llegaron hasta dad Uaggwa. Dad Uaggwa era un
hombre de gran corazón; desde que vio a los niños, los amó y les
ofreció ternura. Olonidabibbi y Olomagiryai vivieron así bajo la
protección de Olosarwiwiginya.
Dad Uaggwa dijo así a su esposa:
-¡Cuida muy bien de estos niños. Debes quererlos más que los
tuyos; Baba y Nana nos han traído estos niños para que los
cuidemos. Y tú, no los castigues nunca!
Pasaron muchas lunas y los ríos cambiaron muchas aguas. Poco a
poco, Uaggwa empezó a observar las particularidades del
comportamiento de los dos hermanos.
Olonidalibibbiler se dedicaba a cortar leña. Amontonaba leñas en
los rincones de la choza de dad Uaggwa; y Olomagiryai se
comportaba igual que su hermano.
-Mujer, no impidas a que estos nietos míos recojan la leña. Nos
están diciendo que, más tarde, serían dueños del fuego y de la
luz para Nabgwana, –alentaba Olosarwiwiginya a su esposa.
Olonidalibibbiler buscaba y almacenaba la cera, la cera de las
abejas (adsa). Iba y venía buscando la cera que la utilizaba como
quinqué. Olonidalibibbiler recogía mucha cera, e iluminaba con
ella, todas las noches, la casa de dad Uaggwa.
Lentamente, la casa de Olosarwiwiginya se fue haciendo pequeña
para los dos hermanos. Empezó a llegar mucha gente a visitar a los
hermanos, a aprender nuevas cosas de ellos, y a trabajar para ellos.
Con Olonidalibibbiler y Olomagiryai entró la preparación extensa
de terrenos para la siembra. Por ocho largos días se preparaba la
tierra, y surgió, entonces, suiroba (tipo de maíz). Los hermanos
sembraron una diversidad amplia de maíz, obaineba, obanagsibu,
burwaoba, suiroba... Igual pasó con el plátano, con el otoe, la yuca, la
caña de azúcar. La extensión de tierra que cultivaban, y la
fecundidad de los terrenos, abrieron camino a mucha gente que
venía a trabajar con los hijos de Mago y Ologwadule. La casa de
Olosarwiwiginya no pudo contener a tanta gente.
Antes de Olonidalibibbiler y Olomagiryai la gente trabajaba, pero,
sólo para no morir de hambre. Los dos hermanos, desde muy
pequeños, abrieron grandes extensiones de tierra, e hicieron surgir
nuevos productos. La gente de las aldeas vecinas, hombres–
animales, llegaban a trabajar, a aprender las diversas maneras de
cultivar la tierra. Los hombres–animales fueron llegando con sus
parejas y familias.
Entonces Olonidalibibbiler entró en surbanega, y allí, el darba, le
dio otro nombre, lo llamó Olodualigibbiler. “Olodualigibbiler
yalegerba, yalegerba, iwardule, iwardule”, dijo el darba. Pasó lo mismo
con su hermana, Olomagiryai. Desde surbanega recibió el nombre
de Ologabayai u Ologabaryai. “Ologabayai yalegerba, yalegerba,
iwardule, iwardule”, le cantó el darba.
El anciano Olosarwiwiginya dijo, entonces, a los dos hermanos:
-Sus padres vivieron al otro lado del río. Tuvieron una amplia
choza y campos muy fértiles. ¿Por qué no van allá, a la casa de
sus padres? Allí pueden atender cómodamente a todos sus
trabajadores”
Olodualigibbiler y Ologabaryai se prepararon para volver a su casa
paterna, a su hogar materno. Así, los dos hermanos se
encaminaron a la tierra de sus progenitores.
Los dos hermanos encontraron las huellas, aún muy frescas, de su
mamá Ologwadule y de su papá Mago. Allí empezaron a acoger a
la gente que venía a trabajar en sus campos. Eran diversas
comunidades de hombres–animales que venían a la casa de los dos
hermanos. Llegaron los Oloaliginya, hombres–tapires. Se
acercaron hombres jabalís, los Olowelibler. Se arrimaron muchos
otros hombres–animales, que llegaban en parejas. Los Olomoiggaliler y los
Olomurggibbiler (saínos); los Olosegginyaler y
los Oloseibbiler (ciervos); vinieron los Olobeaggiler (venados);
llegaron los Olodurgubibbiler y los Oloburwaggiler (conejos
pintados); los Ologurggibbiler y los Olowirggiginya (ñeques); los
Manibalibeler (pericos); los Olosigsiggaliler y los Olosiggaliler
(zorros); los Olodibibi-ginya (mapaches); los Oloduggurginyaliler,
los Olosuaginya, los Inaugungualiler y los Olobaiggaler (diversos
tipos de monos); los Ologisbbaggwaler (iguanas); los Oloegibbiler
(borrigueros); los Olobalieginyabbiler (cigüeñas); los Olobuligdiginya
(cormoranes); los Olonigdiliginya (pájaros carpin-teros);
los Igwadigdiliginya y los Olobudiginya (colibríes). Todos eran
hombres. Eran hombres y mujeres atractivos que poblaban las
aldeas vecinas y lejanas; eran hombres–animales.
La hermana Ologabayai tuvo también sus colaboradores cercanos,
los Ologiggaginyaliler (palomas), los Olonadduliler (perdices de
arca); los Baramaris (chachalacas); los Ologugniggaliler (pavones);
los Olodobinyabbiler (tucanes);… Ellos ayudaban a Ologabayai en
los quehaceres de la casa.
Los dos hermanos trabajaron fuerte la tierra. Ologabayai
alimentaba a todos los que venían a su casa, y no dejaba, tampoco,
el arte que había dejado su madre Ologwadule. Así pasaron muchas
lunas, muchas hojas de los árboles cayeron...