Sobre esta madre Olobibbirgunyai, Baba hizo germinar hermosos
árboles, rectos y altos. Entonces la madre tierra era muy joven.
Nana hizo todos los árboles, las plantas, los arbustos muy bellos;
sus hojas, sin agujeros, sin gusanos. Olobibbirgunyai estaba
vestida de verde con collares de musgwa, de diammagwagwa.
Baba decidió enviar un mensajero a la madre tierra. Este no era
hombre como nosotros, era el padre de los árboles, de las plantas,
de los arbustos. Y tenía vida. Baba mandó entonces a Wago. Baba
envió a Wago, Nana envió a Wago para que éste contemplara sus
obras, sus vestigios, sus pisadas sobre Olobibbirgunyai.
Entonces Wago cantó así:
-Hermano soy de las flores. Me
desperté transitando sobre esta
madre tierra. Me desperté cuando paseaba entre mis hermanas.
Todas son mis hermanas. La hierbabuena es mi hermana, es mi
madre. Ella me recibió con simpatía, me ofreció sus brazos
perfumados. Tengo otras hermanas, y una de ellas me susurró:
‘¡Hermano querido, yo te cuido las cosas! Te estoy cuidando
Oloburgandiwar, te estoy cuidando platanales, y árboles
frutales’
»Me he movido protegido por todas mis hermanas, entre ellas y
debajo de ellas. Un día quise tomar los frutos de una de ellas y no
conseguía llegar a su rama y vino corriendo, entonces, mi otra
hermana que me aferró por la cintura y me alzó suavemente.
Wago cantaba todo en figuras. Y proseguía:
-Mi gran mamá me dijo: ‘Te estoy guardando la comida’.
»Todas mis hermanas me recibieron con mucho regocijo. Me
llevaban a tomar baños en las aguas claras de Oloburgandiwar. Y
una de mis hermanas se me acercó, trayendo entre sus manos un
gran abanico. Vino hacia mí agitando calmosamente el aventador y
caminando despacio.
»A veces siento ganas de ocultarme de mis muchas hermanas.
Todas me siguen, conversan conmigo, me sirven, me observan.
»Mi hermana que trae el gran abanico me provee de una brisa leve,
y siento su frescor rozándome la cara. Es mi hermana brisa. No
podemos escondernos de esa hermana: a falta de ella podemos
morir.
»‘¡No pasarás miedo alguno entre nosotras!’, me indicaron mis
hermanas. ‘Tú eres nuestro hermano’, me dijeron todas.
Wago cantaba así de las estrellas, de las flores, de los vientos, de
los arbustos, de las aguas, de los árboles frutales, de los guijarros.
Entonces los nelegan comentaban a los abuelos: “¿Quién de
nosotros vino solo? ¿Quién de nosotros vino sin el sol, sin los
árboles, sin el viento o sin la luna?”.